sábado, 5 de abril de 2008
Nilda Garré, aquella muñeca brava que ahora es generala
Nilda Celia Garré, porteña de San Telmo, abogada, tres hijos, es de las que no piden perdón por tener ideología aunque les toque circular de contramano por la Historia. Al mismo tiempo, forma parte de quienes saben cómo mantenerse a flote en las mareas cambiantes de la Fortuna.
Fue educada en los azares de la política desde muy chica. Su padre era diputado justicialista cuando derrocaron a Perón en setiembre de 1955: ella todavía no había cumplido 10 años. Tenía 27 en marzo de 1973, cuando la ola del retorno peronista que hizo presidente a Héctor Cámpora la llevó hasta una banca de diputada.
Nunca había llegado al Congreso una mujer tan joven, pero Nilda Garré ya tenía historia: en noviembre de 1972 fue pasajera del avión que trajo a Perón de regreso de su largo exilio.
En el breve final del Viejo líder y la decadencia de Isabel no se fue con los Montoneros, como se ha dicho con poco dato y mucha mala intención. Tuvo una postura crítica en el Congreso, pero nunca sacó los pies del plato. Y cuando el cielo terminó de ponerse color sangre, trabajó en derechos humanos cerca del CELS que dirigían Emilio Mignone y Augusto Conte, dos cristianos espantados por los crímenes que se cometían pretendiendo el amparo de la Cruz.
La vuelta de la democracia la encontró cerca de Vicente Leonides Saadi, titular del PJ, a cuyo alrededor se reagruparon sobrevivientes de la soberbia suicida de Firmenich y compañía. En aquel tiempo empezó a administrar un registro de la propiedad del automotor, una de las formas que el aparato político encontró para atender las necesidades de favorecedores y amigos. Hoy, en su sitio Web figura una declaración de bienes que reconoce ingresos altos, buena casa, buen auto, propiedad en un country y departamento en Pinamar.
Dejó la política cuando Carlos Menem llegó al poder, volvió desde la disidencia junto a José Octavio Bordón y después se quedó al lado de Chacho Alvarez. En 1995 fue diputada por el Frepaso. Repitió en 1999, ya con la Alianza. Con Fernando de la Rúa fue viceministra del Interior y renunció cuando nombraron a López Murphy en Economía. En la elección de 2001, la del voto bronca, volvió a ser diputada en el último estertor de la Alianza.
Como legisladora se adaptó a los tiempos. En los 70 presentó proyectos para igualar los derechos de hijos matrimoniales y extramatrimoniales, modificar la patria potestad o impulsar empresas de propiedad social. Desde fines de los 90 le apuntó a la calidad institucional y a la transparencia. En términos políticos también tuvo flexibilidad. Los que la quieren poco dicen que en estos años fue siempre oficialista, con De la Rúa, con Eduardo Duhalde y ahora con Néstor Kirchner.
A mediados de año desde la Casa Rosada le avisaron que iba a mudarse del Congreso a la Secretaría de Seguridad del Gobierno porteño. Pero Kirchner, al final, la hizo embajadora en Venezuela. Allí, hace un mes, en un acto de multitudes en el que Hugo Chávez descargó sus arengas frondosas bajo un sol implacable, ella le dijo al caudillo venezolano: "En la Argentina este sería un día peronista".
El lunes sonó su teléfono en Caracas: cuatro horas antes de anunciar los cambios en el Gabinete, Kirchner le ofreció el Ministerio de Defensa. Nunca antes una mujer tuvo ese cargo y a los militares la sorpresa todavía les dura. No tanto porque le tendrán que obedecer a una generala, sino porque esperaban a alguien que los escuchara y contuviera sus pesares. Pero Kirchner quiere un brazo fuerte, ahora que viene la última oleada de juicios por la represión ilegal.
Ella integró la Comisión de Defensa en el Congreso: nunca se ocupó a fondo del tema, pero presentó proyectos sobre el plan de radarización, se preocupó por la actividad de EE.UU. en la Triple Frontera y reclamó por los abusos de las tropas norteamericanas contra prisioneros iraquíes.
Si se suman las simpatías venezolanas y el flaco favor que le hacen los elogios de esta semana en la prensa de Cuba, es fácil entender qué prevenciones se alzan detrás del recelo, verdadero o sobreactuado, por su militancia pasada y su identificación con un setentismo que algunos sueñan reimplantar por decreto, como si aquí no hubiese pasado nada.
Julio Blanck.
jblanck@clarin.com
diario: Clarin
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2 comentarios:
hola agus, te felicto por el flog
muy buena la idea del flog de nilda garre.
una mujer con mucha historia politica
saludos
chau compa
agustina sarria compañera
como estas, tenes olvidado el blog de nilda.
volve a postar cuando puedas.
que ande bien
le dejo saludos
chau agus
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